Barranco de la Finca de Osorio en Teror
Donde mejor se respira el ambiente de lo que un día fue el bosque más extenso de Gran Canaria es en este pequeño Barranco de la Finca de Osorio en Teror.
La entrada al bosque de laurisilva es una encrucijada de caminos, y a modo de hito, justo en su cabecera, se levanta un roble centenario. De la luz del claro que sirve de entrada, en cuestión de metros nos introducimos en una penumbra provocada por la altitud de los laureles, que en su búsqueda de la luz, forman un conjunto de troncos retorcidos que luchan por un rayo de sol. Las copas, situadas a unos ocho metros de altura, conforman una tupida capa que impide la entrada del calor. De la sensación de sofoco pasamos en minutos a la de frío. Es como si de repente entráramos en un lugar con aire acondicionado.
La temperatura desciende un par de grados, sensación que se multiplica por la humedad que reina en el interior del barranco. El microclíma de la laurisilva funcionando a pleno rendimiento. El recorrido es corto, apenas un kilómetro hasta el final del barranco, que finaliza de manera abrupta, en una especie de caverna. El paisaje se repite de principio a fin. Sólo encontraremos laureles (no hay viñátigos, ni tilos ni barbusanos), firmes y nobles, espigados, rectos, con sus troncos negruzcos y su hoja jugosa, verde, perenne. Asociado a este hábitat, encontraremos otras especies, la laurisilva posee un rico sotobosque y también mucha fauna autóctona, alguna criatura propia en exclusiva del lugar, como la musaraña de Osorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario