El Día de Todos los Santos es una celebración Católica instituida desde el siglo XIII para otorgar a todos los santos -conocidos o desconocidos, tengan o no otras celebraciones en el calendario- un día dedicado. Por tanto, dado que la festividad abarca, por así decirlo, a toda la humanidad pasada, pronto esta fiesta se identificó como un día para el recuerdo de todos los muertos.
La Fiesta de los Finaos o Finados es la fiesta de los que han llegado “al fin” de la vida (finar, acabar, terminar… morir). Se celebra, con multitud de variantes, por todo el mundo hispano. Quizá la forma más conocida sea la del Día de Muertos en México, en donde la liturgia católica se sincretiza estrechamente con las tradiciones prehispánicas mesoamericanas.
En Gran Canaria esta celebración adquiere una forma más íntima. Las familias se suelen reunir en la noche de la víspera, el 31 de octubre, para recordar a sus seres queridos fallecidos en torno a una mesa surtida de frutos secos, castañas asadas, los dulces denominados “huesos de santo” y bebidas dulces. En algunas localidades adquiere un sentido más colectivo, que abarcaba al barrio o al pueblo en su conjunto.
En los últimos años esta celebración, que durante mucho tiempo estuvo olvidada y casi a punto de desaparecer, está conociendo un nuevo resurgir, en parte como forma de dinamizar la vida social y económica de los municipios que la albergan y en parte como reacción a la influencia creciente de tradiciones anglosajonas como el Halloween.
Sin embargo, ambas fiestas comparten un denominador común. Halloween es una contracción de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos”, y su origen es la fiesta celta del Samhain o del equinoccio de otoño.
Pero, ¿por qué se celebran los finaos y el Halloween precisamente en esta fecha de finales de octubre? Una vez más, se trata de una cristianización de celebraciones paganas tan antiguas como la propia humanidad, que marcaban el final del verano, de los días largos y de la luz para dar paso al otoño, cuyos días poco a poco se van acortando para ceder el protagonismo a la oscuridad y la dureza del invierno, que se identifican con el mundo de lo oculto: con el mundo de los muertos.
Fuente : http://www.estodotuyo.com/2012/10/31/castanas-huesos-de-santo-y-muertos-los-finaos/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+estodotuyo+%28El+patrimonio+es+todo+tuyo%29
La Fiesta de los Finaos o Finados es la fiesta de los que han llegado “al fin” de la vida (finar, acabar, terminar… morir). Se celebra, con multitud de variantes, por todo el mundo hispano. Quizá la forma más conocida sea la del Día de Muertos en México, en donde la liturgia católica se sincretiza estrechamente con las tradiciones prehispánicas mesoamericanas.
En Gran Canaria esta celebración adquiere una forma más íntima. Las familias se suelen reunir en la noche de la víspera, el 31 de octubre, para recordar a sus seres queridos fallecidos en torno a una mesa surtida de frutos secos, castañas asadas, los dulces denominados “huesos de santo” y bebidas dulces. En algunas localidades adquiere un sentido más colectivo, que abarcaba al barrio o al pueblo en su conjunto.
En los últimos años esta celebración, que durante mucho tiempo estuvo olvidada y casi a punto de desaparecer, está conociendo un nuevo resurgir, en parte como forma de dinamizar la vida social y económica de los municipios que la albergan y en parte como reacción a la influencia creciente de tradiciones anglosajonas como el Halloween.
Sin embargo, ambas fiestas comparten un denominador común. Halloween es una contracción de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos”, y su origen es la fiesta celta del Samhain o del equinoccio de otoño.
Pero, ¿por qué se celebran los finaos y el Halloween precisamente en esta fecha de finales de octubre? Una vez más, se trata de una cristianización de celebraciones paganas tan antiguas como la propia humanidad, que marcaban el final del verano, de los días largos y de la luz para dar paso al otoño, cuyos días poco a poco se van acortando para ceder el protagonismo a la oscuridad y la dureza del invierno, que se identifican con el mundo de lo oculto: con el mundo de los muertos.
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